La semana pasada fueron las tiendas de conveniencia Oxxo, farmacias, gasolineras y vehículos, en todo el corredor industrial de Guanajuato: Celaya, Salamanca, Irapuato, Silao, León, San Francisco del Rincón y Purísima. En Jalisco, lo mismo. Ahí están las imágenes que hablan por sí solas. El terror, el miedo, la impotencia del pueblo mexicano ante la barbarie de criminales armados con potentes armas, incendiando comercios; hiriendo a gente inocente, hasta llegar a la muerte.

Las mismas escenas de terror se repitieron en Ciudad Juárez, en Tijuana y Zacatecas. Imparable la violencia. Un país en llamas, que arde y explota semana a semana, sin que la autoridad haga algo. No hay ley, no hay gobierno. ¡Nadie hace nada! Las patéticas autoridades estatales y municipales, solo declaran “que investigarán hasta llegar a las últimas consecuencias”, “estamos investigando”, “no habrá impunidad”, “se hará justicia” y bla, bla, bla, bla.

El pueblo, la ciudadanía está a merced del crimen organizado. No existe ninguna autoridad que ayude o defienda a mujeres, niños, hombres y familias enteras, que son agredidas y maltratadas día a día, por los diversos cárteles de la droga, que gobiernan a placer diversos territorios del país. Cómo nunca antes, la muerte campea por colonias populares, barrios medios y fraccionamientos de lujo, en todo México. Ni qué decir de nuestras carreteras y autopistas que son, hoy en día, territorio del narcotráfico, que opera bajo el amparo y protección, de eso que el gobierno federal, ha llamado “abrazos, no balazos”.

Mientras todo esto pasa, el autoritario y déspota presidente de México, López Obrador, sigue insistiendo en que su estrategia para combatir el crimen organizado es un éxito. Luchar contra el crimen organizado con “abrazos” y ser aliados de ellos, dejándolos operar con el apoyo de la Guardia Nacional y el propio Ejército, garantiza carta abierta, para que los distintos cárteles de la droga hagan y deshagan a sus anchas. Es por ello que nadie los para y da lo mismo atacar al pueblo a cualquier hora del día.

No es posible que ninguna autoridad haga nada, sin mediar órdenes del propio gobierno federal. El imparable paso del crimen organizado en todo el estado de Guanajuato y todo México no es una casualidad, sino una causalidad. El empoderamiento de los distintos cárteles de la droga está asociado a la presencia cada vez mayor del ejército mexicano, que hacen como que luchan contra ellos, pero no es así. Es por ello que ahora todo el país está lleno de militares.

Ahí están los desastrosos resultados en materia de seguridad pública. ¿Cómo se explica, que entre más militares, más violencia y más fuerza del crimen organizado? ¿No tendría que ser a la inversa? Por lo pronto, el ciudadano común se encuentra bajo el imperio de la delincuencia que mata y destroza vidas, desarticulando el entorno social y económico del país. La descomposición es enorme, no hay ley, no hay autoridad, no hay instituciones. La escalada de violencia, va en aumento y nadie la detiene.

La trágica muerte del hijo del Alcalde de Celaya muestra de cuerpo entero la penosa realidad de la ciudadanía, ante la falta de protección de la autoridad municipal, estatal y federal. Que ha dejado en estado de indefensión al ciudadano de a pie, que no cuenta con guardaespaldas, ni con ayuda de ninguna clase. El miedo está metido en lo más profundo del ser de las familias mexicanas. Como nunca, el pueblo está solo, sin protección mínima del Estado de Derecho.

Estamos ante la presencia de un auténtico Estado Fallido. Que ha fallado a su pueblo en garantizar el acceso mínimo a los servicios básicos a su sociedad. Altos niveles de criminalidad e inseguridad ciudadana, corrupción política e ineficacia judicial, altos niveles de informalidad, pobreza extrema, crisis económica, inflación y desempleo. Para rematar, la oposición política, escondida y solo pensando en lo único que es de su verdadero interés, los candidatos a postular en la siguiente contienda electoral.
¿Quién protege a la sociedad?