El tema de los asesinos seriales suele despertar el morbo de muchísima gente. A su alrededor, giran infinidad de instantes, que van desde por qué se convirtió en un criminal, cuáles fueron sus víctimas, qué investigadores participaron en su captura y cómo terminó: ya sea muerto o tras las rejas. Sin embargo, hay una arista inusual, polémica y al mismo tiempo, escalofriante: ¿Qué ocurre cuando sale de la cárcel de manera legal, y vuelve a pisar las calles como cualquier ciudadano?
Aunque este aspecto no es muy común, sí llega a ocurrir. El caso más reciente se dio el pasado 22 de julio, cuando fue liberado, tras cumplir su condena, Joaquín Ferrándiz Ventura, considerado uno de los peores asesinos en serie de España.
Como es de esperarse, la noticia ha resultado bastante polémica y pone a discusión el tema de si criminales de ese tipo pueden reformarse o no, si volverán a matar, o qué medidas deben tomar las autoridades a futuro.
La historia de Ferrándiz, quien fuera apodado como ‘El asesino de Castellón’ (por el lugar donde cometió sus crímenes) es la de muchos criminales de su tipo: parecía ser el vecino ideal y el amigo cálido y amable. Trabajaba en una aseguradora y era muy educado con su madre. Nadie sospechaba que en las noches salía a matar mujeres. Como muchos feminicidas, era un camaleón social.
Corrían los años noventa en España y la idea de un asesino en serie era inusual, además que las ciencias forenses no estaban tan avanzadas como ahora. Fue entonces cuando, de 1989 a 1996, aparecieron cuerpos de 5 mujeres estranguladas en puntos alejados de la ciudad, casi siempre entre matorrales. Fueron chicas veinteañeras: Natalia Archelos, Mercedes Vélez, Francisca Salas, Amelia Sandra García y Sonia Rubio. Todas ellas con una vida, con una familia, aspiraciones y sueños que fueron truncados por el aparentemente amable Ferrándiz. Castellón era una localidad muy pequeña para tanto asesinato, de modo que la situación fue escalofriante, incluso se acusó de forma injusta a Claudio Alba, un camionero que nunca tuvo nada que ver.
INVESTIGACIÓN
Para dar con el asesino, la Unidad Central de Operaciones solicitó ayuda a uno de los académicos e investigadores más inteligentes y preparados en el tema de asesinos seriales: Vicente Garrido, quien el mismo señala que este caso es “la primera colaboración de la que hay registro entre un criminólogo y las fuerzas de seguridad en nuestro país”. Él trazó un perfil criminal del asesino, que fue de ayuda crucial para atraparlo.
Las autoridades, asesoradas por Garrido, se hicieron pasar por clientes de antros y bares. Ferrándiz tenía antecedentes penales y fue blanco posible. Descubrieron que había pinchado la llanta del coche de una mujer de nombre Silvia Barizo. Su plan era fingir que la ayudaría a inflarla y después repetir las acciones anteriores. Fue cuando la policía dio con él y lo detuvo. Tras registrar su casa, encontraron la cinta de embalar de 18 centímetros con la que estranguló a Sonia. Fue detenido el 29 de julio de 1998.
Ferrándiz confesó ante Garrido, quien en más de una ocasión ha señalado respecto a por qué existen seres humanos capaces de semejantes atrocidades: “La pregunta de qué es lo que vuelve a alguien un asesino en serie es el Santo Grial de la criminología”.
Hoy, Ferrándiz tiene 59 años y es un hombre libre, ya que, aunque se le impusieron 69 años, el máximo legal en su zona es de 25. Al salir de la cárcel declaró que se irá al extranjero y no permanecerá en Castellón por respeto a las víctimas. Lo cierto es que no se le do un tratamiento adecuado y si ocurre un crimen de alto impacto en cualquier lugar que resida, los medios de comunicación y todas las fuerzas de seguridad estarán encima de él.
Sobre el tema de Ferrándiz, el lector interesado puede escuchar el magnífico podcast ‘Alrededor de un asesino en serie’ y consultar el libro ‘La mente criminal’ de Garrido.