El pasado sábado 11 de marzo, la muerte del actor Ignacio López Tarso enluto a todo México. Como era de esperarse, en redes sociales la gente recordó su papel más memorable: ‘Macario’, pasando por alto la amplísima filmografía de Don Ignacio. Entre sus papeles, destacó el de ‘El Profeta Mimí’, (1973, José Estrada) que compete a esta columna de crímenes mediáticos, pues se inspira en dos asesinos múltiples que acecharon México durante la primera mitad del siglo XX: Goyo Cárdenas e Higinio Sobera de la Flor.
Gregorio Cárdenas Hernández aparentaba muy bien.

Era el hijo perfecto, atento con su madre. Como estudiante de química en la UNAM, obtenía calificaciones sobresalientes, al grado que Petróleos Mexicanos le dio una beca. Había montado un laboratorio en la calle Mar del Norte, en el Barrio de Tacuba, donde le abría la puerta a todos sus compañeros (que lo apodaban afectuosamente ‘Goyo’) que quisieran disponerlo para hacer su tarea, pues tenía fama de buen camarada. Además, tocaba el organillo, leía mucho y escribía poesía.

Por eso, todo México se sorprendió cuando desapareció Graciela Arias Ávalos, joven de 21 años que salía con Goyo. Tras una investigación del agente Acosa Suárez, se supo que el estudiante de química la había estrangulado y por si no fuera peor, mató y enterró a tres mujeres más, una de ellas era trabajadora sexual de de 16 años llamada María de los Ángeles González. El caso salió a la luz y fue estremecedor el 15 de agosto de 1942, en los convulsos tiempos en que México le había ingresado a la Segunda Guerra Mundial, declarando la guerra a Alemania. Aunque Cárdenas se hizo pasar por loco, el juez no le creyó: era muy consciente de lo que hacía.

En el otro polo se encuentra el caso de Higinio Sobera, rico heredero e hijo de un empresario de Tabasco y la hermana de quien fuera ex gobernador de dicho estado, Noé de la Flor. Higinio padecía trastorno de la personalidad y se la vivía derrochando la fortuna familiar en alcohol y buena vida.

El 11 de mayo de 1952 iba en coche cuando se atraviesa el capitán Armando Lepe, destacado militar y tío la reina de la belleza Ana Bertha Lepe, cuando le gritó a Higinio: “¡Te estoy pidiendo el paso, idiota!”

Este insulto despertó la violencia de Higinio, quien sacó su pistola y mató al hombre, hiriendo a su esposa que viajaba con él.

El 12 de mayo, Higinio intentó seducir a una hermosa joven de nombre Hortensia López, de 22 años, quien obviamente lo ignoró, de modo que tras abordar un taxi y amenazar al conductor llevó a la joven a un hotel, donde la mató sin misericordia. Lo encontraron al día siguiente. La frialdad de Sobera fue tal, que les pidió a los policías que le compraran unas tortas, pues con el ajetreo no pudo comer. Se presume que mató a más personas, pero su familia lo encubrió, aunque este dato no está confirmado.

Ambos asesinos tuvieron tres coincidencias: terminaron presos en el ‘Palacio Negro’ de Lecumbrri, fueron estudiados por Alfonso Quiroz Cuarón, el primer gran criminólogo que tuvo México y nuestro Robert Ressler, y contra todo pronóstico, los dos criminales salieron libres tras cumplir su condena. Sobera pasó sus últimos años alimentando patos en Xochimilico hasta su muerte en 1985, mientras que Goyo fue indultado por el entonces presidente Luis Echeverría, y presentado como un ejemplo de rehabilitación. Como si se tratase de una comedia de humor negro, el asesino en serie se presentó en la Cámara de Diputados, recibiendo atronadores aplausos. Murió el 2 de agosto de 1999, hecho que fue registrado por este diario.

No solo el cine hollywoodense ha tenido películas de ficción inspiradas en asesinos en serie reales. De la misma forma que Stephen King se basó en el payaso asesino, John Wayne Gacy para crear ‘Eso’, o Alfred Hitchcock en Ed Gein para ‘Psicosis’, también el cine nacional ha sabido adentrarse en el lado más oscuro y malvado del ser humano.