Entre el aroma a flores como cempasúchil, rosas, claveles, así como el ir y venir de cientos de personas que adelantaron su visita a los panteones para convivir con sus difuntos, los cementerios de la ciudad volvieron a cobrar vida, luego de un año que fueron cerrados, debido a la pandemia del Covid-19.

Desde las primeras horas de la mañana, cientos de personas enfilaron sus pasos con dirección a los cementerios de la ciudad, los cuales se ubican en el barrio de Santa Paula, el Encino y Marfil.

Con ramos de flores en mano, como el tradicional cempasúchil, la garra de león, rosas, claveles, gladiolas y otros motivos florales como coronas y arreglos florales especiales, las personas encaminaron sus pasos al lugar donde sus familiares descansan.

El intenso olor de las flores y los colores vivos de las piezas que dan forma a las coronas, volvieron a llenar de color y vida, el interior de los panteones, donde las personas visitaron las tumbas de sus personas queridas.

Las tumbas y las gavetas que durante un año lucieron solas y abandonadas y sobre todo sin las flores y demás elementos que les dan forma y vida, ahora lucieron los tonos llamativos de las flores y demás ornamentos que los hicieron lucir llenos de vida.

Lejos quedó el silencio interior y las puertas cerradas, los cuales recordaban a la gente que la pandemia del Covid-19 estaba en su etapa de mayor contagio y con ello obligaba a la gente a permanecer en sus casas o por lo menos evitar las aglomeraciones de personas.

Conforme la mañana fue avanzado, la cantidad de gente fue aumentado y todos eran invitados por los trabajadores de los panteones a cumplir con las medidas preventivas para evitar los contagios del nuevo coronavirus.

“Hoy si pudimos abrir y desde las 7:00 de la mañana llegaron las primeras gentes y los más seguro es que así esté hoy y mañana porque la gente ahora si va a poder venir a ver sus seres queridos”, dijo Agustín, un trabajador del panteón de Santa Paula.

Por su parte, los visitantes llegaban y de inmediato buscaban el sitio de la tumba o la gaveta de sus familiares, quienes eran acompañados por los hombres y mujeres que ofrecen el bote con agua y las escaleras para llegar a las sepulturas que se ubican en las zonas más altas.

Muchos caminaban con la nostalgia de los recuerdos presentes y con la vista clavada en las tumbas colocaban las flores y los recuerdos para conmemorar la partida de sus seres amados.

“Ya me voy contenta porque ahora si pude estar en la tumba de mi señor. Ya hace 12 años que falleció y él siempre nos pedía que nunca lo dejáramos sólo”, afirmó Adriana Luna, quien cumplió con la visita al lugar donde está sepultado su esposo.