Inglaterra es un país famoso por sus monumentos, su rica historia, su maravillosa literatura y su inigualable música, pero también por ser escenario de crímenes sangrientos que han marcado determinadas épocas. En el periodo victoriano, destacó el caso de ‘Jack el Destripador’ y en los ochenta, el multihomicidio de la familia Bamber, que dio un giro estremecedor.
Todo comienza la madrugada del 7 de agosto de 1985, cuando Jeremy Bamber, un joven de 24 años, llamó a la policía de Chelmsford estando aterrado. Dijo que su hermana, Sheila de 28 años, había enloquecido, tomando un rifle semiautomático Anchutz calibre 0.22 y matando a toda su familia. Jeremy se enteró porque, según su declaración, su padre le marcó por teléfono.
La policía realizó un operativo en el lugar de los hechos: White House Farm, una finca de 162 hectáreas y una mansión victoriana donde vivía la acaudalada familia Bamber. Según Jeremy, su hermana padecía anorexia y esquizofrenia, y tuvo un ataque que dio como resultado el tiroteo. Después de peinar la zona, los uniformados entraron a la mansión.
El escenario era dantesco: estaban muertos Nevill, de 65 años, su esposa June de 61, los hermanos mellizos Daniel y Nicholas (padres y sobrinos de Jeremy, pues los niños eran hijos de Sheila) para concluir, la joven se había suicidado. Fueron 25 balazos en la matanza más horrible que enfrentó la sociedad inglesa a mediados de los ochenta.
Jeremy heredó la propiedad y más de medio millón de libras esterlinas. Además, culpó a su hermana alegando que ambos eran adoptados y los problemas mentales de Sheila fueron en aumento. Estuvo internada en un sanatorio psiquiátrico y al igual que el joven, los dos sufrían conflictos con sus estrictos padres.
El machismo de la época, y los prejuicios hacia la salud mental, estigmatizaron a Sheila, viéndola como un auténtico monstruo. De ser una bellísima modelo fue detestada por la opinión pública.
Mientras el caso se enfriaba, Jeremy mostraba su dolor ante los medios de comunicación. Estaba listo para disfrutar de su herencia, cuando la investigación dio un giro impredecible.
LA VERDAD
Aunque el caso se había cerrado, el detective Stan Jones, un brillante investigador, realizó una exhaustiva investigación forense y criminalística: en primer lugar, una joven anoréxica no podría haber sometido a Nevill, un caballero de 1.95. Además que se había suicidado de dos balazos. ¿Cómo era eso posible? Otro dato fue que los mellizos de 6 años no se despertaron al oír la balacera. Además, Sheila estuvo descalza, y no había huellas de sus pies en la sangre. Otro dato contundente fue que Sheila no pudo dispararse, pues era pésima en el tiro al blanco y el rifle no alcanzaba llegar a su boca. Por lógica, cuando una persona empieza a disparar en tu casa, llamas a emergencias, no a tu hijo.
Los detectives a cargo del caso encontraron un silenciador ensangrentado, oculto en una taza.
Era obvio quien era el culpable, pero no hubo evidencia hasta que, consumida por la culpa, la novia de Jeremy, Julie Mugford, confesó.
Según la declaración de Julie, Jeremy odiaba a sus estrictos padres, y planeó matarlos para quedarse con la herencia. Durante 18 meses pensó en cometer un ‘crimen perfecto’.
Jeremy fue llevado a juicio y se le condenó a cadena perpetua ‘with a whole life tariff’ lo que en Inglaterra significa que jamás saldrá de la cárcel bajo ningún motivo. Pese a lo contundente de las evidencias, sigue declarándose inocente, afirmando que su novia declaró contra él porque estaba ‘despechada’, pues él nunca se quiso comprometer.
Hay incluso una campaña en redes sociales por demostrar que jamás mató a su familia.
“Usted, aun siendo joven, tiene una mente malvada, insensible y pervertida, oculta tras una apariencia respetable y modales civilizados”, fueron las palabras del juez que condenó a Jeremy Bamber.