Cuando se habla del polémico tema de los asesinos en serie, siempre surgen a la plática los nombres de los criminales en cuestión, los policías que llevaron el caso y las víctimas, que padecieron en carne propia las acciones de estos delincuentes. Sin embargo, se suele pasar por alto las personas que los investigaron, que hurgaron e indagaron sabiendo que de alguna forma u otra, los cadáveres que se descubrían tenían un patrón. A veces son académicos, a veces familiares y en ocasiones, periodistas. Antes de que termine el mes de la mujer, esta semana hablaremos de las valientes y tenaces Loretta McLaughlin y Anne Schwartz, cuyos trabajos destaparon las acciones de un estrangulador y un caníbal.
De 1962 a 1964, la ciudad de Boston, Massachusetts, fue aterrorizada por un feminicida que entraba a los hogares de las mujeres y las estrangulaba sin ninguna piedad. En un principio, la policía pensaba que los crímenes no guardaban relación alguna, pero la reportera del Boston Record American, Loretta McLaughlin, intuyó que no era así: tres de las víctimas seguían el mismo patrón, de modo que, aunque no le gustara a las autoridades, ella sacó a relucir la verdad: la ciudad estaba ante un asesino en serie.
Loretta (nacida en 1928) enfrentaba tres retos: por un lado, el machismo de la época. Por otro, el secretismo de las autoridades, y al final, pero no menos importante, un criminal que sin ningún remordimiento la podría matar. Por eso se alió con Jean Cole, otra destacada e inteligente periodista. Tomando en cuenta todos los riesgos, empezaron a investigar, publicando notas, artículos y reportajes sobre la posible identidad del criminal, que poco después se le conocería como ‘El Estrangulador de Boston’, quien se llegó a cobrar 13 víctimas, todas mujeres.
Aunque la policía desestimó las investigaciones de Jean y Loretta, ellas siguieron firmes, incluso cuando recibían llamadas anónimas y amenazantes a sus hogares. Así, el 27 de octubre de 1964 una mujer que logró escapar identificó al tipo que entró a su casa: era Albert de Salvo, un ex militar que desde niño había vivido violencia doméstica y le gustaba torturar animales. Recibió sentencia de cadena perpetua y murió en la cárcel acuchillado por otro interno. Fue hasta 2013 que, con pruebas de ADN, se confirmó que era el asesino, que despojó vidas femeninas de entre 18 a 85 años.
Loretta brilló como periodista durante toda su vida, destacando su instinto para el oficio, pues fue de las primeras en escribir sobre el VIH-SIDA y la píldora anticonceptiva. Aunque en su momento fue injustamente ninguneada, hoy en día se le ha hecho justicia con la película ‘The Boston Strangler’ que plasma toda su investigación. Murió en 2018.
LA CRONISTA DEL CANÍBAL
La noche del 22 de julio de 1991, la reportera del Milwaukee Journal, Anne Schwartz, recibió una llamada de su fuente en la policía, quien le dijo: “ven a los departamentos Oxford. Será el caso más importante de tu carrera, y quizá de toda tu vida”.
Schwartz fue la primera ciudadana en ver los crímenes de Jeffrey Dahmer, asesino en serie que recientemente se hizo viral con la serie de su vida. Ella reportó todo el caso, sacando a la luz a los 15 hombres y 2 niños que terminaron descuartizados, disueltos en ácido o devorados por el criminal que sería conocido como ‘El Carnicero de Milwaukee’. Tiempo después, Schwartz publicó el libro ‘El hombre que no mató lo suficiente’, sin duda la mejor investigación sobre el caso.
Como dato interesante, Anne recibió una llamada del cínico Dahmer desde la cárcel, quien le reclamó porque no le gustó el libro, pues deja mal parada a su familia.
“No tenía inflexión en su voz. No había emociones. Me dijo: nadie fue responsable de lo que hice, excepto yo”, recuerda la periodista, quien llegó a trabajar en el Departamento de Estado de su país.
Así fue como Loretta y Anne pusieron su pluma al servicio de la justicia.