La libertad posee una definición tan extensa, tan valiosa y tan importante, que es difícil definirla en unas cuantas palabras o una frase y se aplica no solamente a los seres humanos.
Pensemos en nuestro México, que ha sido invadido por una cantidad importante de miles de inmigrantes de Centroamérica y otros países. En esos países citados sobreviven penosamente en condiciones infrahumanas, pues no hay alimentación, servicios sociales y médicos, y además mantienen un terrorismo que no cesa. ¿Y qué pasa ante esta situación? Hay millones que quieren liberarse de la opresión y ser libres, encontrando la libertad.
Durante algunos años hemos visto caravanas de miles de hombres, mujeres, niños, familias completas, mujeres embarazadas y hombres y mujeres discapacitados, que ante la difícil situación que viven en sus lugares de origen, prefieren jugarse la vida para intentar el sueño americano; pero no todos lo pueden hacer, porque sólo unos miles pueden pagar a los terribles polleros, que no son más que traficantes de desgracias humanas, que sin conciencia les cobran cientos y a veces miles de dólares para llevarlos a través de nuestro país para llegar a Estados Unidos.
De estos hechos no hay estadística y la importancia que se les da es prácticamente nula. En otros casos, de una manera que me parece increíblemente arriesgada y peligrosa, estos migrantes suben a cajas de tráileres y hacinados, a veces más de cien, recorren la carretera en ocasiones con aire acondicionado, pero sin ningún servicio, como bestias de carga. Que tan terrible es no tener la libertad para tomar ese tipo de decisiones. Algunos traileros son sorprendidos por las autoridades mexicanas y logran recuperar la vida los ahí son rescatados.
En estos últimos años ha habido una serie de acuerdos por parte de las autoridades mexicanas y estadounidenses para limitar el flujo de migrantes.
El Instituto de migración está dando algunos salvoconductos, aunque no en forma muy organizada, para que puedan transitar por el territorio nacional en un tiempo determinado. Los Estados Unidos recibieron por un tiempo solicitudes de asilo y se agolpaban los migrantes pensando en algún arreglo y una consideración humanitaria de parte de los americanos.
Anteriormente así, a cuentagotas, pocos miles podían entrar al país del Norte; pero Estados Unidos endureció los términos y ya no dejan pasar a nadie y las solicitudes de asilo son contadas, incluso en la actualidad el gobierno de Texas puso en el Río Bravo boyas flotantes, para evitar el paso de los migrantes; cierto, lo lograron, pero también decenas de mexicanos y centroamericanos perdieron la vida ahogados en las aguas del Río Bravo.
Está demostrado que las autoridades de los Estados Unidos tienen la política de no aceptar más migrantes y hay un odio terrible e irracional que el mundo llama racismo, incluso el que pretende ser el presidente Estados Unidos, de origen del Estado de Florida, ha declarado que al llegar a la presidencia cerrará la frontera con el ejército y mandará fuerzas armadas contra este flujo de migrantes y de paso para terminar con los cárteles.
El resultado es que, a lo largo de la frontera, desde Tijuana hasta Matamoros hay más de 100,000 migrantes que viven en albergues humanitarios, hechos por la sociedad civil y otros a cargo del gobierno, y como ustedes deben entender, al país este esfuerzo le está costando millones de pesos diarios; sin embargo, ellos que querían la libertad, pues simplemente no la pudieron tener.
Quizá lograron pequeñas mejorías a las condiciones que tenían en sus propios países o quizá peores, pero sobreviven en condiciones de pobreza, falta de trabajo y la alimentación y los servicios médicos que intenta brindar el gobierno mexicano resultan insuficientes.
Miles ya encontraron trabajo en las ciudades cercanas a la frontera, otros viven en la calle o en los lugares más inhóspitos que se pueda usted imaginar.
Creo que esta descripción de la libertad frustrada puede indicarnos el nivel de tragedia que ahí se vive.