Absolutamente nadie sospechaba de los crímenes Lucy Letby. Era una enfermera de 33 años, carismática, dedicada, disciplinada, inteligente, profesional y amada por sus compañeros, familiares y amigos. Se había graduado como enfermera en la Universidad de Chester, especializándose en neonatología. En sus días de descanso, tomaba clases de salsa, salía a divertirse y se tomaba selfies y respondía comentarios en Instagram, como cualquier otra persona que sabe desplazarse en redes sociales. Sus padres estaban orgullosos de ella, y sus colegas la respetaban porque siempre estaba disponible para ayudarlos.

Pero detrás de esa imagen, de ese vestido de blanco en cuerpo y alma, se ocultaba la que hasta ahora es la peor asesina en serie de Inglaterra, pues no le quitaba la vida a adultos, sino a bebés prematuros.

Esta es la historia más reciente que se ha registrado de una de las criminales más escalofriantes (e imposibles) de tiempos recientes: Lucy Letby.

La historia comienza un 4 de enero de 1990, cuando Lucy vino al mundo como hija de una respetable familia británica. Tras pasar su infancia en Hereford y graduarse como especialista en neonatología, comienza a trabajar en el Hospital de Chester.

Mientras se desempeñaba en su trabajo, varios bebés comenzaron a enfermar y a morir. Al principio parecía una triste casualidad, pero poco a poco las autoridades sanitarias de Inglaterra sospecharon, pues nunca antes había ocurrido, además que en dicho país los índices de muertes de bebés son muy bajos. Aunque muchos no lo quisieran aceptar, la principal sospechosa era Lucy… aunque en un principio, todo mundo creyó que se trataba de una cuestión de negligencia o descuido, nunca por dolo.

LA MUERTE VISTE DE BLANCO

Lucy fue llamada a audiencia por el Real Colegio de Enfermería de Gran Bretaña, pero no tenía ni suspensiones ni amonestaciones. Sin embargo, los decesos seguían ocurriendo y en todos los casos ella estaba involucrada, de modo que tuvo que intervenir la policía.

La investigación dio resultados escalofriantes: Entre 2015 y 2016, Lucy mató a 7 bebés, y dejó heridos de gravedad a otros seis. Su modus operandi consistía en inyectarles insulina, aire o leche, también les aplastaba su diafragma e introducía tubos por sus diminutas gargantas. Por si lo anterior no fuera lo bastante macabro, se tomaba selfies con las criaturas antes de acabar con ellas.

La policía encontró en su bolso unas notas post it con mensajes sugerentes, que proclamaban: “Soy muy mala, hice esto”. “Los maté a propósito. Nunca tendré hijos”. Como salía con un médico casado, se cree que mataba bebés para llamar su atención.

En 2020 Lucy fue detenida mientras se grababa un video que hoy en día está en todas las redes sociales. Eran los tiempos de la pandemia y la gente no podía creer lo que estaba ocurriendo.

Le juicio comenzó, con el fiscal Nick Johnson a cargo, quien señaló que era fría y calculadora y se consideraba una pitonista funesta al matar y luego dar aviso a las autoridades. Los padres de las víctimas declararon en un comunicado que era “un ser detestable que nos quitó todo”.

Este mes, Lucy Letby fue declarada culpable y condenada a cadena perpetua, convirtiéndose en la mayor asesina de bebés del siglo XXI en Reino Unido. Una de las mejores crónicas del juicio fue escrita por Judith Moritz, periodista de la BBC.

Por desgracia, han existido otros casos de enfermeras quienes, aprovechándose de esta noble y admirable profesión, se convierten en desalmadas asesinas en serie. Otro ejemplo es el de Christina Aistrup Hansen y Pernille Kurtzman, que sirvieron la inspiración para la serie danesa ‘Sygeplejersken’.

Por suerte, hay más casos de enfermeras loables que los casos antes citados, como el de la también inglesa Florence Nightingale, quien en una ocasión dijo que lo importante no es lo que nos hace el destino, sino lo que nosotros hacemos de él.