El oficio de herrero es cada vez menos común en San Francisco del Rincón y todo el Estado de Guanajuato. Lorenzo Ramos es uno de los últimos que se dedican a esta centenaria labor, o como él mismo la llama, “la fragua”.
Uno de los últimos talleres de herrería se encuentra en la calle Guadalupe Victoria, en el Barrio de San Miguel, en el mismo corazón de San Pancho. Anteriormente, en la calle había 3 herreros, pero todos han fallecido. Lorenzo heredó el puesto a su padre, quien se dedicó al oficio toda su vida. Cuenta sobre su trabajo con sus propias palabras:
“El chiste es conocer el metal, saber qué y cómo va cada trabajo. Muchos familiares no se animaron a seguir con el trabajo y pusieron otros negocios, pero yo empecé a ayudar a mi papá desde chico. Forjamos fierros para albañiles o cosas de agricultura- Hay varios trabajos, como pozos, boquillas, arreglar arados. Una barra cobro 150 y lo menos, de un cincel, son 30 pesos. Como en todo trabajo hay riesgos y quemaduras o cortadas”.
Entrar al taller es como viajar al pasado: el fuego de la rueda comienza a arder y poco a poco, Lorenzo acerca el metal a las llamas. Así, le da forma al metal. Es un oficio de familia: su padre, Juvencio, se dedicó a la herrería, después él y anteriormente, su tatarabuelo.
La labor de los herreros la hemos visto cientos de veces en varias películas, sobre todo las que se ambientan en la Edad Media. En aquellos años, la herrería se consideraba una de las ‘artes mecánicas’ y se trataba de un oficio común y constante en todos los feudos. La fragua, pues, era un elemento básico en prácticamente cualquier pueblo.
Aunque los herreros medievales no tenían el conocimiento que se tiene ahora, lo hacían de manera empírica, y se dedicaban a crear, en unos hornos que trataban varias horas en calentar, muchos de los objetos que se usaba en aquellos tiempos así como diferentes herramientas: porras, mazos, hachas, azadones, arados, azuelas, escoplos, martillos, rejas de arar, etcétera.
Hoy en día, pocos son los que quedan de este centenario oficio, quienes se mantienen tan firmes como un yunque en un mundo en que la tecnología avanza a pasos agigantados.