Juan Carlos Prieto llegó a Kiev el 22 de febrero, dos días antes de la invasión rusa. El mexicano viajó para visitar a esposa ucraniana y a su hijo.

«Estaba yo ahí, recuperándome (del viaje), cuando de repente ya la guerra, una franca pesadilla», expresa.

Prieto logró salir de Ucrania y llegar a Hungría. Ahora está listo para regresar a México, mientras que su esposa decidió no alejarse de la zona.

Aunque se enlistó para el segundo vuelo de rescate de la Fuerza Aérea Mexicana, pudo conseguir un vuelo y el próximo 17 de marzo saldrá de Budapest, Hungría, a la Ciudad de México, con escalas en Estambul, Turquía, y Los Ángeles.

«Ya les avisé que no voy a ir (en el siguiente vuelo de la FAM). No quiero bloquear el espacio a alguien que sí lo necesita», dice.

«Me queda un poco de tristeza, pero a la vez estoy tranquilo (de regresar)».

Cuenta que conoció a Tamara en Ucrania en la Semana Santa de 2013; meses después ella viajó a México y se casaron en 2014 en la capital del país.

La pareja tuvo a Iván y en 2018 ella regresó a Ucrania para visitar a sus padres y desde entonces ya no quiso regresar a México.

«Desde 2018 a la fecha es lo que me ha traído (a Ucrania). El año pasado estuve cinco meses con ella en Kiev y quedé de regresar».

Antes de que viajara a Kiev el mes pasado, Prieto cuenta que le dijo a su esposa: «vente para acá», ante la amenaza de la invasión rusa.

«Y el 24 (de febrero) la guerra, empezaron las bombas, la verdad estaba aterrado, no hay otra palabra. Un día estábamos abajo del edificio donde vive mi esposa, y pasó un misil.

Fuimos a ver los refugios, uno de ellos estaba al frente del edificio, en un estacionamiento; les dije vámonos a Polonia, pero mi suegro dijo ‘no’, que él no iba a dejar su casa, Entonces empezó la ley marcial y las bombas, estaba yo muy espantado».

El 5 de marzo, el mexicano recibió una llamada de la Embajada de México en Ucrania para coordinar su salida del país.

«Me dijeron ‘vámonos, te esperamos ¿Quiénes vienen?’, hasta accedieron llevarse a mi suegra», recuerda.

«Al día siguiente, llegó mi esposa y me dijo: ‘vente tú’, y dije: ‘no me voy a ir, vive por mi hijo y por ti'».

Días después, en medio del toque de queda y los bombardeos, Prieto junto con su esposa, su hijo y su suegra, decidieron acercarse en tren a la frontera con Hungría.

«A empujones fuimos llegando a la entrada del andén. Así viajamos 22 horas hasta la frontera con Hungría. Cruzamos, nos dieron de comer, agua, y luego tomamos otro tren para Budapest, otras cinco horas».

En la capital húngara, personal de la Embajada los llevó a un refugio habilitado en una iglesia y durante las siguientes dos noches rentaron una habitación de hotel.

Aunque gestionó que él y toda su familia fueran incluidos en la lista de los repatriados a México, su esposa, su hijo y su suegra optaron por quedarse.

«No sé exactamente dónde están, pero están ya refugiadas en algún punto de Budapest», lamenta.