La vida de George Leónidas Leslie, aunque auténtica y registrada en varios libros y documentos policiales, parece la de un villano de cómic o de alguna novela de detectives publicada durante el siglo XIX. De forma inevitable, nos remite a esos genios quienes, sin más motivación en la vida, optan por el camino de la delincuencia más por el aburrimiento que por otra situación.
Así ocurrieron los hechos, durante la cambiante época de Estados Unidos del siglo XIX.
George Leónidas Leslie nació en 1842, como hijo único de una pareja que llegó de Inglaterra a Estados Unidos. Apoyado por su padre, un empresario cervecero que incluso pagó para que no fuera reclutado a la Guerra Civil, se licenció en arquitectura por la Universidad de Cincinnati con los mejores promedios de su generación. En poco tiempo puso un despacho y empezó a destacar en el medio por su inteligencia y talento.
Pero Leslie quería mucho más, y no tenía intenciones de poner su cerebro al servicio de la justicia, de modo que tras la muerte de sus padres eludió deudas mudándose a Nueva York.
Comenzó a codearse con lo peor de la sociedad criminal de aquel entonces, frecuentando los bajos fondos de la Gran Manzana. Las secuelas de la Guerra Civil estadounidense y el exponencial crecimiento urbano, favorecerían a Leslie para lo único que le interesaba: el crimen.
‘EL REY DE LOS LADRONES’
En la mejor biografía sobre su vida, ‘King of heists’ (justo ese sería su apodo: ‘Rey de los ladrones’) escrita por J. North Conway y la página web ‘Infamous New York’ se cuenta que Leslie, al ser un respetable arquitecto y codearse con la alta sociedad, sabía qué familias tenían dinero y qué bancos robar. Se ganaba la confianza de la gente y él, dotado de memoria fotográfica, checaba los pasillos, las ventas y posibles salidas. Además, sus estudios de arquitectura le permitían leer planos con facilidad.
Se alió a otros miembros del bajo mundo neoyorquino como Fredericka Mandelbaum, inmigrante austriaca y dama del crimen en aquella época, y Tom Draper, un ladrón que fungía como su hombre de confianza. Leónidas se hacía rico. De día era un arquitecto, de noche un ladrón. También era un seductor y un galán propio del siglo XIX.
Extendió sus tentáculos a los bancos. El modus operandi era así: recorría el inmueble, veía las cajas fuertes, memorizaba la cerradura que luego compraba, estudiaba y abría en el lugar de los hechos. Además de todo lo anterior, era un hábil ingeniero que usaba el intelecto por encima de la violencia y la fuerza bruta. También infiltraba a uno de sus cómplices como empleado para conocer el terreno.
Uno de sus golpes más famosos ocurrió el 27 de octubre de 1878 en el manhattan Savings Institution, que tardó 3 años en planificar y robó 3 millones, una suma inmensa para hoy.
El cuerpo de Leónidas Leslie fue encontrado sin vida en 1878. Nunca se supo quién lo mató, pues el secretismo con el que manejaba todas sus actividades lo imposibilitaron. Posiblemente fue uno de los muchos rivales que tenía en los bajos fondos y todo apunta a los celos de su cómplice Tom Draper, quien lo odiaba en secreto porque estaba seduciendo a su esposa. Su funeral reunió por igual a delincuentes y empresarios de la alta sociedad de Nueva York. Con el paso del tiempo, ambos grupos conocerían (y creerían) su doble vida.
De acuerdo con el libro de Conway, en la época se creyó que Leslie llegó a robar hasta el 80% de bancos de Estados Unidos, cifra que quizá sea exagerada.
Pareciera raro que a Leslie no se le hubiera filmado una película o una serie sino hasta hace poco. Aunque ya hubo una versión en cómic de su vida, no será sino hasta este año que el actor que interpreta a Hawkeye en ‘The Avengers’, Jeremy Renner, preste su talento para recrear la vida del criminal en la pantalla.
Como sea, la turbulenta vida de Leslie es la mejor representación de la frase que “quien a hierro mata, a hierro muere”.